Paso un mes y cada vez el silencio es más ruidoso, cada tarde se vuelve más pesada, cada noche sin sueño y un despertar deseando estar dormido. Te extraño, en cada tarde que no tomo mates con vos, cada pelea por cualquier cosa, cada entre cena con alguna picada, te extraño en cada abrazo, cada mirada.
Quien me conoce, sabe que al mirarme solo se ve un vacío, una mirada perdida al horizonte y con ello un andar errático, un seguir por impulso, no por deseo.
Mi único deseo es seguir honrrandote y cumplir con todo lo que quedó inconcluso, todos esos viajes y regalos que pensé poder darte algún día.
Aguanto día a día lo que me toca y trato de encontrarte en cualquier lugar por qué necesito verte, necesito un abrazo, un susurro que me diga que estás bien.
Cada vuelta a casa es una tortura, no tengo a quien saludar y contarle como me fué, no tengo alguien cómplice con quién salir a merendar, no te tengo. Eso es lo que más me duele, te fuiste muy rápido, sin despedirte, quedaron tantos sueños por cumplir, tanto por darte que no me va a alcanzar la vida para dejar de llorarte.
